Wednesday, May 6, 2009
indirectamente (carta de semblante natural)
Yo a usted le tengo que confesar algo.
Le he mentido... y le he mentido porque la quiero.
La he amado, pero no creo que eso le interese.
Veo hoy su rostro en esa vieja imagen suya que me dejó cuando se fué.
Y no pienso mas que en hacerle saber lo mucho que soy feliz sin usted.
Hoy desperté y volví los ojos a su cicatriz, esa misma que trajo cuando nos conocimos.
Recordé entonces que usted tan bien portada me dijo que no comía carne. Su comportamiento de cruzar pierna y despedirse de mano con enorme sonrisa siempre me pareció familiar.
Guiñaba sus ojos cada qeu se quería aprovechar de la situación y su mueca advertía si venía cual disgusto a punto de explotar en sus mejillas ruborizadas.
Giré la cabeza y entonces la volví a ver, su sonrisa tan coqueta como el mundo que devora con su mirada penetrante y sus comentarios.
La escuché como aquélla vez que gritó cuando aparecí detrás de usted y dejó su labio caer sobre mi cuello Su cuello, aquel que hace que todo temor desaparezca... si hubiera sabido que por ahí se comienza...
La toqué, toqué su melodía, su voz y su fragancia justo cuando desdoblé aquella carta... su última carta.
No dijo adiós, no dijo siquiera que se iba, tan sólo colgó...
También fumé su mano en mi cuerpo, fumé y lo volví a hacer, quizá porque recuerdo cuando me decía que la vida por separado era más bonita.
Fumé y ahora es mi vicio, usted sin embargo lo hizo una vez y pudo dejarlo.
Sólo era diversión para usted ver hasta dónde la garganta soportaba el refrescante garraspeo después de la noche fria esperando afuera de su cama.
Ahora me dice que no fuma porque piensa que fumar le mancha los dedos y le deja amarillos los dientes. éase usted y dígame si no hay un hombre de fondo.
Sin embargo, aún sigue pensando que la vida por separado es más bonita, pero desea que no se tome muy enserio ese papel.
Y aquí estoy.
Escribiendo algo que usted ya sabe y que quizá recoja tan sólo las cenizas del gran volcán que despertó y que supo aplacar aún en las tardes de lluvia.
Cogió la pluma para hacer de mí una gran caja de secretos, y que dificilmente sacaré después, porque su amor no es tan liviano como otros que he tenido aquí, casi comiendo de mi mano.
Y hablo de amor porque usted me enseñó que sólo se aman a las personas, el sentimiento de "querer" es para las personas.
Ahora no me sorprende que diga Te Amo a cuanto personaje simpático aparece en su vida... pero para saber cuando lo dice con sinceridad hay que verle los ojos delatores que siempre lleva consigo.
Usted debe de saber ahora, que cuando se lo propone puede ser la más sincera, la más directa y la más implacable...
Pero cuántas veces no quise yo doblegarla para que cerrara su boca? Cuántas veces no pedí que la gente no la oyera para que no se lastimaran con la verdad?
Pero a usted le parecía poco eso.
Prefirió decir siempre la verdad a dejar caer una mentira y sabe?
se lo agradezco,
porque sólo así supe que detrás de ésa máscara,
usted es la persona más cariñosa que conozco,
no en vano tiene hartos amigos que la protejen,
la cuidan y lloran cuando usted flaquea...
sí, hablo de esas veces que ha tenido los ojos hinchados de sapo y que aún con su coraje,
tiene tiempo para prestar un kleenex,
sacar la morralla y pedir que rían de la vida que lleva,
usted señora mía no es de piedra, pero cuesta trabajo conocerla.
Y ahora la escucho.
Veo que ya cambió.
Ahora hasta usa lentes cuando antes nisiquiera los quería montar en su naríz.
Ahora curvea más la cintura.
Será porque sabe que está en la edad de oro de las mujeres o porque aún quiere coquetear porque sabe que no tendrá negativa.
Ahora la observo y la veo enaltecida.
No por soberbia,
sino porque sabe que el mundo la respeta,
sabe que la gente la apoya,
pero teme que el encanto se esfume si no reacciona rápidamente y con creatividad ante la cultura y sociedad que le exige su pasión y su entrega.
Si señora mía, usted ya cambió.
Su sonrisa es letal.
Ahora sonríe sin miedo a que uno se vaya a sonrojar.
Ahora camina en toda la calle sin importarle si le estorba a alguien. Por que sabe señora mía?
Ahora es consiente de que puede ser dueña del mundo,
pero lo más importante es que sabe que es dueña de su mundo y lo que yo haga, ya no le importa nada.
Ahora me dice que tiene mascota.
Qué cambio más radical.
Ay! la virgen santa que la ve,
morena mía,
ahora no me dice nada,
porque esa virgencita hasta le teme a usted!
Y el temor...
ahora me dice usted que tiene temor de hablar y de explicar las cosas. No señora mía,
eso no es temor,
eso es ...
usted lo sabe,
usted lo conoce,
ya no lo piense,
no lo medite,
actúe o no me dijo que recordó que la voluntad lo es todo???
Pero la entiendo,
quiere que la consientan,
el gran problema es que entiendan...
Tranquila señora mía,
por doblar las manos uno no deja de ser un ángel.
Y para terminar,
debo decir que esos zapatitos de duende que trae, me fascinan.
Y no porque los traiga usted.
Sino porque me recuerda que en todo cuerpo de mujer,
su niñez deja escapar el último aliento para decir que no puede contra su fe.
Y así su pasión de usar vestido y cuanta cosa que le ayude a dejar suspiros no la va a detener.
Es mas,
busca a sus amigos diseñadores y los pone a trabajar.
Sabe de la exclusividad,
pero sabe mas de dejar huellas...
que la recuerden, porque para ser sinceros señora mía,
usted no olvida nunca un rostro,
mucho menos si le importa un rostro...
y entonces ahora yo me pregunto:
¿Por qué se ha tardado tanto en tomar dirección?
Así es señora mía.
Perdí la brújula hace tiempo para dársela a usted,
con el simple hecho de que los caminos por más que uno se aleje, no existe distancia perfecta que uno deje de saber del otro.
Y usted señora mía,
morena de piel canela,
sabe que es una persona pública y mi tormento se vuelve realidad:
donde quiera que voltee,
sé que mis ojos la verán.
Allá donde usted va,
sé que mi bendición tendrá.
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