Friday, January 29, 2010
Camilo Ortiz
Pasé toda la noche despierta.
Veía la cama de Camilo y recordé cuando llegó.
Era una cosita, cabía en mi mano y se dormía en ella.
Hoy dormí sola, no hubo quien me despertara con sus mordiditas, no hubo quien me pidiera un poco de yogurth para lamer del vaso, hoy desayuné y no había nadie en la puerta de la cocina queriendo pedir algo de comer.
Hoy desperté y Camilo estaba muy mal.
Cuando escuché la voz de la doctora en turno sólo me dijo: volvieron los vómitos, pero ahora con sangre, es grave, aún no está estable.
Por favor venga en cuanto pueda.
Unas lágrimas rodaron por mis mejillas y me metí a bañar rápidamente. Fui por mi dinero, los medicamentos, a la escuela, nuevamente a otra farmacia... y luego entré a un cuarto guinda donde todo era patético.
Desprenderme de algo que quiero es difícil.
Pero ahí deje mis pertenencias.
Dos llamadas y todos preguntando por Camilo.
Llegué al hospital y mi padre me dijo que iba en camino, que el me alcanzaba.
Salió una enfermera y me dijo que ya podía pasar a ver a Camilo del otro lado.
Pasillo largo, oscuro, caliente.
Abrieron la puerta y él al fondo, reconoció mi voz pero aún estaba asustado.
Lo vi y entonces todas mis promesas de no llorar se fueron al caño. Hablé con él.
Le dije que teníamos casa nueva, que no podía dejar que yo la estrenara sola.
Le dije que lo extrañaba, que tenía que ser fuerte.
Camilo, tu eres muy joven como para irte...
Parecia entenderme porque sus ojos tristes de repente brillaron.
Subió levemente sus orejas y parecía que me decía: no llores!
Pero no podía, verlo ahi, con manchas de sangre, con sus cateters... simplemente me partió el alma.
El doctor me dijo que no me pusiera triste, que le tenía que dar ánimos.
Luego pasó mi sobrino y mi papá.
No era necesario, mis ojos decían todo lo que sentía.
Ahi, sin mas palabras, entregué la medicina.
Me hubiera gustado quedarme más tiempo, pero no era posible.
La primera vez que vi a Camilo fue enfrente del Parque México.
Me lo dieron y mordió mi mano.
No fue necesario decir nada, simplemente mencioné: eres mio... eres Camilo.
Se durmió en mi regazo toda esa tarde en el café.
Cuando se despidió de mi, agarró con sus garritas mi vestido y lo deshiló.
Hoy volví al hospital con ese vestido y le dije: aún tienes que morder muchas cosas más...
Para muchas personas es estúpido que me sienta así por un perro.
Para mi no, Camilo ha estado conmigo en los momentos más bonitos y los más dificiles de fin de año y de inicio de éste.
Cuando una persona vive sola... una mascota siempre es la mejor compañía, es tu familia.
Y Camilo ahora es parte de mi vida.
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